
Así mismo es el lugar y el vehículo en el que se desarrollan todas las reacciones metabólicas y el medio de transporte de materiales nutritivos y sus desechos, calculándose en 50 litros la cantidad que cruza 'diariamente las membranas celulares.
El agua, como todo componente orgánico, está sometida a una renovación e intercambio incesante, a despecho de lo cual debe conservar constantes homeostáticas (volumétricas, osmóticas y electrolíticas) que hacen posible la vida.
Debe, por lo tanto, reponerse en la medida necesaria para conservar el equilibrio funcional y la composición constante de los tejidos corporales.
Por ello debe ingerirse diariamente, en condiciones normales de trabajo y temperatura, alrededor de dos a dos y medio litros al día para un adulto sano, lo que equivale a 30-55 centímetros cúbicos por kilo de peso, o un centímetro cúbico por caloría producida.
Este ingreso, unido al agua endógena producida en el metabolismo intermediario como producto final (140 centímetros cúbicos por 1.000 calorías, aproximadamente), va a equilibrar las pérdidas diarias por la vía renal (1.000 a 1.400 centímetros cúbicos, de ellos 500 obligatorios y el resto facultativos), pulmón-cutánea (700-900 centímetros cúbicos) y digestiva (100 centímetros cúbicos).
Existen también alimentos con menos proporción de agua que el organismo, como el pan (25%-30%) o los frutos secos (5%). En general, el agua contenida en los alimentos sólidos de una dieta mixta aporta alrededor de 800 centímetros cúbicos al día. El resto del agua necesaria para equilibrar el balance la suministra la bebida, con muchas diferencias en relación con los hábitos de alimentación, el ingreso de sal, clima o el grado de actividad física.